~»†Dance†«~

La fría mano del profesor inglés sobre su frente le hizo incluso suspirar de gozo, pues aquello fue un alivio. Después de todo, sentía la frente arder y las nauseas, por más que intentaba disuadirlas, no hacían otra cosa que crecer conforme, sin poder evitarlo, miraba en dirección a aquel que estaba en medio de un charco de sangre. No se esperó aquello, una vez más, la extraña actitud de Eichiro le abrumó hasta el punto de quedársele viendo cómo si de un desconocido se tratase. ¿Era ése su pareja? ¿Quién había prometido protegerle?. Miró de manera totalmente impotente el cómo atormentaba al profesor y no pudo siquiera hablar, sentía que de abrir los labios terminaría por vomitar.

El nuevo grito demandando agua le hizo apretar su ojo de valía y tembló con sólo pensar que ése animal podía abalanzarse sobre él. ¿Habría sido el licor...? ¿Era alérgico?. Se negaba aún a creer que ése chico de modales más bien rudos fuera el mismo que por las noches tan gentil se mostraba con su persona, siempre atento, siempre cariñoso. Tan buen punto se acuclilló a su lado una expresión de puro tormento se pintó en su cara. ¡Le golpearía...! ¡Le...!.

Jadeó. El notar aquel frío paño rozarle la piel de la nuca inclinó de manera inconsciente la cabeza hacía adelante y dada la posición, su frente impactó contra el torso de quién parecía estar poseído por otro que no era él. Agradeció el hecho de que ése cuerpo obstaculizase su vista, pero ciertamente, los jadeos en vez de amenguar se hicieron cada vez más rudimentarios. Sentía que realmente el aire escaseaba, sin embargo, tanto temor tenía de aquella nueva personalidad que ni se atrevió en sujetarse de las ropas de su amante, aunque si estuvo apoyado en él en lo que duró su pequeño estado de ansiedad. Su cuerpo dejó de temblar poco a poco, por lo que se permitió volver a descubrirse los labios, respirando entonces por la boca, haciendo una serie de ruidos al exhalar por los mismos.

Las miradas fugaces que Eichiro dedicaba al director le hicieron comprender que el hecho que estuviese arrodillado junto a él sólo era una pausa obligada antes de volver a atacar a ése hombre que parecía estar tan conmocionado cómo el que más. Con todo el valor que fue capaz de tener en un momento así, agarró por las ropas a su amante y tiró débilmente, se preparó mentalmente para un golpe o un insulto, sin embargo y con ello pretendió indicarle que no se fuera.

Después de todo, lo había prometido... Se lo dijo una vez. Dijo que no volvería a irse. No se iría.

Había entrado en ese inmenso salón en busca de una persona en concreto. Iba vestido con unos pantalones negros ceñidos a las piernas, una camisa blanca, con unos sencillos adornos en un lado y con los primeros botones abiertos y una especie de gabardina también negra que resaltaba su nívea piel.

Estaba bastante nervioso pues nunca había asistido a un baile de esas características. Su mirada se perdía entre todas esas personas que allí se encontraba: alumnos, profesores... todos estaban mezclados. Sus ojos, sin embargo, buscaban a una persona en concreto, hayándola sobre unas escaleras, en una especie de balconcito.

Suspiró quedamente, no podía subir allí, no estaría bien que lo hiciera. Se quedó en la parte baja, esperando ser visto por su amado. Fue hasta la mesa de bebidas, aceptado uno de los tantos refrescos que ofrecían.

Su lucero azul vio cómo su pequeña mano a comparación de la otra era estrechada para más tarde... Ser soltada. Miró su mano abandonada por un tiempo indefinido y fue cuando el pánico se apoderó de él. ¡S-Se iba!. De verdad... Se iba. Se iría a cumplir con lo dicho tal y cómo anteriormente había dicho. Se quedó allí, viendo por segunda vez como la espalda de su amado se alejaba de él. ¿Quién le aseguraba que volvería? ¿Quién no le decía que le perdería para siempre?. Eichiro siquiera había dicho que ganaría. ¿Y si no volvía?. Estaba escrito que no se iría, pero antes incluso de reunir la fuerza necesaria para alzarse un escalofrió volvió a invadirle.

Ahogó una especie de gemido tan buen punto el paño húmedo logró calmar sus arterias; Sí, así mucho mejor. Dirigió una mirada a sus espaldas y vio el rostro del profesor de inglés. Pedirle ayuda, agarrarse a sus ropas y rogarle por que detuviese aquello hubiera sido totalmente refutado. Sabía que su profesor no era el más adiente para las peleas. Sin embargo, cuando éste fue en dirección a su pareja de baile el vacío en su interior fue de nuevo cubierto por las ganas de vomitar, por el estrés de la situación... Por cosas que ni entendía, tenía ganas de salir, pero a la vez, de quedarse.

La nueva palabrería de malos tonos del mayor esta vez no le impactaron tanto, con suerte el director sería listo y lo ignoraría. Después de todo era un alumno y... No sabía lo que decía. Si, eso. Estaba ebrio y ofendido. No había razón por la cual... ¿O si?. Nuevamente sus labios emitieron un tenue sonido quejumbroso y se llevó automáticamente una mano a la cabeza.

El mareo parecía haber disipado, sin embargo... Todo se le cayó encima cuando escuchó la respuesta del Director. La misma provocaría la guerra! ¡¿Es que era anormal?!. Su vista vagó por el cuerpo del mayor y dónde su mirada se centró fue en el cuchillo que éste portaba. Entonces todo se nubló. No. No podía. No debía. Si lo hacía no volvería a verlo.

Se levantó cómo pudo, las piernas le temblaban y sentía aún el estomago revuelto. Pero debía aproximarse a él. Tenía que detenerle. Poco a poco fue ganando confianza con cada paso dado y adelantándose a su propio amante se postró frente a aquel que era el director, colocándose los brazos a modo de escudo mientras que, temblando entero se fijó en ése que portaba el cuchillo. Quizás estaba loco, pero... No podía dejar que su amado sufriera daños.

Que momento mas lleno de vigor, no cabia en sí de la dicha que sentia su corazón al ver como el drama se desemvolvia con tanta magnitud, sabia y confiaba plenamente en que el director se recuperaria, se levantaria de entre las sombras a mostrar su poder. Alogo que Muraki adminraba de ese hombre al cual siempre le mostro mucho respecto, siempre habia temido de el hasta el dia de hoy. No se movio de su lugar, nadie le moveria de alli porque eso lo veria hasta el final.

-Habia llegado momentos antes de que la discución de ese joven comenzara a llamar la atencion de todos los invitados, se paro a un lado mirando como ese niño seguia retando con vulgares palabras al director, eso era un juego peligroso mas cuando se trataba de Rossiel con el que se jugaba, con una copa en manos mas que serio esperando que si se daba la oportunidad de internvenir asi lo haria, pero tal y como se habia puesto de furioso el director al notar algunas cosas insanas a su alrededor, se notaba que lejos su ayuda no seria de necesidad dando pie a beber sin tapujos, mirando como otros invitados salian del salon.

Forcejeó inútilmente contra el agarre del conserje, pero poco más que un agarre más severo fue lo que logró. Su mirada buscó resquicios de aquel a quién quería y por suerte, estaba mirándole. A él. No al director. A él. Sin embargo no podía remediar que en su propia expresión se tatuase el miedo. No comprendía nada, sin embargo, en los ojos de quién era su pareja podía leer el temor, el odio, el dolor y el rencor que él en su día tuvo que soportar.

Él no se había interpuesto para proteger al profesor; En absoluto. De quién quería la total seguridad era de él y estaba totalmente convencido que si atacaba, todo lo que habían construido hasta ahora terminaría. No conocía a ése que tenía a sus espaldas cerca de quién estaba rodeándole, pero algo en su interior le indicó que quizás, después de todo, Eichiro tuviese reales razones para emprender aquello. Sus ojos no se perdieron detalle de la escena y cuando Alexander entró en escena notó el cuerpo de quién le rodeaba tensarse de sobremanera, llegando a lastimarle parte de los brazos. Cada vez entendía menos, aquello parecía ser... ¿Un triangulo? ¿Pero que tenía que ver Eichiro con todo eso?.

Tarde. Lo había visto. Había visto cómo la sangre del profesor de inglés se derramaba por el arma blanca manchando todo a su paso y las nauseas no se hicieron esperar. Las piernas le fallaron pero el agarre casi estrangulador de Arthur no le dejó caer. Aún, pese a su creciente mareo podía notar cómo ése adulto temblaba, no supo si por ira o rabia, pero temblaba. Con torpeza se mordió el labio y pegó la vista al suelo para apartarla del arma que estaba siendo entregada... Mal hecho. El suelo también, estaba todo cubierto por la sangre de Rossiel. No pudo a duras penas soportarlo y pronto las antes nauseas se transformó en vivas ganas por vomitar.

Sangre. Sangre... la cabeza le dio vueltas y las ganas de vomitar se hicieron más intensas; Sangre. Rojo. Carmín. La voz de Eichiro le llegó a los oídos, pero no fue capaz de mirar hacía él. Sólo escuchó los pasos de alguien alejarse ¿Rossiel? Y cómo los brazos que habían estado sujetándole perdían la fuerza, empujándole rudamente contra algo que, al chocar contra éste le pareció calido y con el aroma con el que, por las mañanas, despertaba. Travieso de saber que... había cometido una falta en dormir en un dormitorio que no le pertenecía, de compartir cama con su amado, de esconderse bajo el lecho y las sabanas de éste.

Después de ése contacto y el empujón... Todo se volvió oscuro.

Esputrefacto. Observó la escena con desdén, con asco, con... ¿Qué mierd* estaba haciendo allí Alexander?. Sabía perfectamente que él no podía ni tocar el filo de una hoja de papel sin cortarse antes. Su cuerpo se tensó y por ello apretó tanto al menor contra su pecho que pudo escuchar incluso un quejido por parte del mismo; Daba igual. Se sentía demasiado sulfurado como para reparar en el mocoso.

Y entonces, pasó. La sangre de Alex se derramó de manera totalmente inadecuada, inoportuna. ¿Es que siempre terminaba metiéndose en esa especie de lios? ¿No sabia estarse quieto como el resto de los presentes?. Miró de reojo a quién tenía detrás. Oh. Estaba observando la escena con un interés maligno, su mirada observaba los movimientos de aquellos dos parando especial atención en el inglés. ¿Le odiaba también a él? Cada vez, sinceramente, entendía menos. Vigiló con cuidado las reacciones de Eichiro preparándose para estampar a Ciel contra el suelo y correr a socorrer al maestro si éste se veía atacado.

Increíblemente, éste no solo salió con sólo un corte en la mano si no que también había logrado disipar la furia del alumno, al menos, este, dejó de sujetar el cuchillo, algo de agradecer si se tenía en cuenta el modo en el que había actuado. Ya. ¿Todo había terminado?. cuando se quiso dar cuenta los pasos del Director estaban ya de camino a las escaleras, retirándose así de la fiesta y... De su lado. Bien, detodos modos, él tenía aún algo que devolver. Tan buen punto Eichiro se acercó empujó a Ciel con fuerza, dejándolo medio desmayado (¿O se había desmayado?) contra el torso de éste y sin mirar hacía Rossiel se dirigió a zancada limpia hacia Alexander. Quería atenderlo cuanto antes para volver a estar junto a quién le necesitaba... No obstante, sentía una increíble necesidad de ir hacia el herido.

Una vez llegó a él, le tomó con brusquedad de una muñeca y alzó su mano herida mientras sus ojos, fríos e hirientes se clavaron en los contrarios. - ¡Eres imbécil! – Apretó aún más, casi seguro que allí dejaría marca. – NO te metas dónde no te llaman. –Pese a que sus ojos seguían clavados en los del mayor, su rostro se giró a modo de quedar encarado a la sangrante herida y cómo si se tratase de un vampiro lamió la sangre derramada. Su lengua acarició calma la zona y cuando creyó que en esa no quedaba ya gota de la misma, le soltó rudamente. - ... Tu ya no tienes derecho a interferir más. –

Con ello dio media vuelta y se dirigió en pos a las escaleras por las que había subido el director, enfadado con Alexander y totalmente furioso con Rossiel... ahora, llegaba el turno del segundo.

Distaba mucho de la hora que indicaba el inicio de aquel baile. Odiaba llegar tarde a eventos sociales, no es que fuera tímido pero no soportaba tener todas las miradas sobre él, le ponía bastante nervioso ser el centro de atención. Algún viejo trauma debía tener, tan viejo y traumarte que ni lo recordaba, seguro a que su mente se encargo de bloquearlo.

Aunque ese fuera el caso, no tenía tiempo para psicoanalizarse el mismo, tenía que encontrar aquel dichoso salón. Si bien podría ser una buena escusa el no conocer bien las instalaciones, no era en realidad la razón de su impuntualidad, si no su falta de organización. Pensó que tendría suficiente tiempo para perderse en un libro de ciencia Ficción, el cual termino siendo tan interesante, que se embeleso perdiendo noción del tiempo.

Los murmullos de emoción y los chillidos de excitación que soltaban algunas chicas, le resultaron tan molesto, que le advirtieron de lo tarde que se le había hecho. Decidió dejar la lectura para otro momento más oportuno, tratando de arreglarse lo más rápido posible pero de forma impecable al mismo tiempo.

Acción que le resulto difícil, ya que no había preparado nada, dejando todo de último momento. Maldecía internamente al reloj, que parea avanzar de forma más rápida de lo normal, haciendo ir a contratiempo. Situación que le hacía sentir presionado y odiaba sentirse presionado, pero lo que más le molestaba, era que el mismo había provocado aquella situación.

Lo único que bueno de tener que usar traje de Gala, es que no tenía que matarse en pensar que vestir, aunque fuera algo incomodo. Deba igual, solo sería cuestión de hacer acto de presencia, estar un rato y después retirarse a terminar su libro. Así que no tenia de que quejarse realmente.

Dirigió una última vista a su reflejo, gustándole como lucia, nada más para un arreglo Express.
Seguro se podría verse mejor pero su aspecto estaba bastante presentable para el evento al que se dirigía, además el tiempo se le venía encima, si trataba de mejorar su arreglo podría terminar arruinando lo que había logrado… ya le había pasado antes. Finalizando con un poco de colonia fina se dirigió con paso veloz al salón de baile.

Pero el tiempo se había vuelto su enemigo con la orientación de aliada y así había terminado ahí, se había… extraviado un poco en aquel inmenso lugar, colmado su poca paciencia. Renegaba en voz baja lo inútilmente grande de aquella arquitectura, para que tanto espacio???? Para que tantas salas??? Seguro que no utilizaban la mitad. A punto de dar una patada en el piso cual niño berrinchudo, acompañada de una palabra anti sonante en voz alta, su oído capto las tenues notas que componían un dulce vals.

Aquella suave melodía le reconforto, sabía que si seguía aquella música daría por fin con su objetivo, camino guiado por el sutil ritmo hasta que vislumbro una hermosa y elegante puerta. Se dirigió Raudo hacia ella, tomando entre sus manos el picaporte, apretándoles un poco.

- Por favor que no me miren, por favor que no me miren – Pidió en un susurro audible solo para él, a la nada, con los ojos fuertemente cerrados. Inhalo fuertemente, reteniendo el aire por un momento, dejándolo salir en un suspiro largo antes de abrir la fina entrada de Madera.