Tras una inesperada salida... {Priv-Sebastian}

El colmo. El colmo. ¡El colmo!. Su paso, ése que en un principio fue una desesperada carrera contra reloj se amedrentó cuando el aire faltó en sus asmáticos pulmones. En su ataque de rabia y falta de aire se vio obligado a postrar la palma derecha sobre una de las largas paredes del pasillo para de ése modo recuperar el ritmo respiratorio; Aire. Aire. ¡¿Dónde se había metido ese bien vital?!. Cuando cerró su único ojo de valía la imagen del profesor cruzó su semblante de manera fugaz. Sebastian. Estaba allí, impartiendo clases a quién no debía, cuidando con la mirada a los que debía castigar.

Se llevó instintivamente una mano al pecho y se apretó las ropas que le cubrían la caja torácica. Le dolía al respirar, razón por la cual al tomar aire producía un serial de jadeos incontentos.

No se arrepentía aún y así del hecho de haber lanzado un libro contra la pulcra espalda del maestro; ¿¡Que se creía?!. Él era suy...!. ¿Suyo...?. Aflojó por cuenta propia el agarre que habían forjado sus dedos entorno su ropa aprovechando que ahora dolía menos. ¡Obviamente que no!. Ése estupido demonio podía hacer lo que gustase. No era responsabilidad suya. ¿O quizás si?. Esa mano que antes se hubo sujetado el ropaje escolar se alzó y con los dígitos centrales, se palpó el parche que cubría uno de sus ojos. Primero fue una efímera caricia sobre la tela que cubría su ojo... Pero de nuevo, la rabia acrecentó en su persona. Y cómo si estuviera poseído por la misma se arrancó de un certero movimiento aquella prenda para mostrar su ojo en tonalidades violetas.

- ¡Sebastian! - Poco o nada le importó que éste prosiguiera impartiéndo clases. Tenía que venir. Vendría.

Estaba dando sus clases como de costumbre desde que habia dejado la mansion Phantomhive junto a Ciel, su amo, como siempre habia sido, el, se dedicaba a abedecer, impartir clases para averiguar cuales eran los extraños sucesos que se generaban en el lugar, Ciel averiguaba por su cuenta entre los mismos alumnos, muchos en ese lugar eran realmente extraños, otros de sus muchos alumnos se notaba como traumatizado, tantos otros estaban del mismo modo que aquello se volveria una tortura de profundizar tanto en el tema, su amo no ayudaba mucho cuando este se veia tan exasperado de que le hiciera de compañia, miro al resto de los alumnos como si no entendiera a lo que iba la reaccion del joven amo, agachandose para susurrarle al oido mientras su mano hacia de tapadera para el resto - ¡bocchan1 no haga eso - sonrie burlonamente - acaso se a vuelto debil? - como siempre, disfruta hacerle enfadar al extremo si es necesario para que el acercamiento se haga intenzo. Volvio a su posicion original y observo al resto de los jovenes que allí les miraban de lo mas curiosos, estaba tensandose por la falta de conducta de su joven amo, si seguian necesitandose el uno al otro de esa forma, todo, se iria al retrete.

Su mano tembló de ira cuando aquel susurro por parte de su mayordomo impactó contra su oído y su expresión no quedó encubierta por ningún intento de apaciguar la ira; Sencillamente le miraba del modo en el que se sentía; Rabioso cómo el perro que era. Quería escañar el cuello del demonio entre sus manos, hacerle salir del aula. Más, todos los alumnos parecían de lo más entretenidos con la escena, unos miraban las calmas reacciones del profesor, mientras que otros en la osadía del alumno. No se molestó en volver a cubrirse el ojo maldito, por el contrario, dejó que el profesor pudiera ver la insignia del pacto en el mismo. Los murmuros se levantaron en el lugar; Pero los ignoró de soberana manera. Su orgullo era quién estipulaba su temperamento y aunque sabía que debían permanecer aún cubiertos por el manto de la mentira, no se podía permitir estar en una situación así; Sebastian se retiraría a sus futuras ordenes. Él podría hacerlo solo... De hecho, la mirada que le dedicó al profesor intentó que hablase por si sola.

Se levantó con tanta fuerza que la silla osciló hasta caer a sus espaldas, levantando el efímero grito de alguna chica que debía estar cerca y le dedicó una última mirada antes de irse directo a la salida y tomar el pomo de la puerta para girarlo.

Cada gesto que su amo hizo frente a los demas, fue observado por el mayordomo, la mirada que le habia ofrecido por su osadia de responderle con pesades, esta vez le habia dolido, los alumnos no dejaban de observar la situacion en la que se encontraban, no importaba mucho si el que estaba furioso ahora era su amo y no un alumno cualquiera.

Iba a prestarle ayuda cuando se callo al piso, pero al ver que se levanto con tanta ira le dejo pasar hasta llegar a la salida, viendole salir por la puerta, se lo penso por unos segundos cual seria la solucion y miro a los alumnos que en silencio ahora miraban a distintos sitios murmurrando entre ellos varias cosas, no importo mucho y le siguio los pasos a Ciel, cerrando la puerta detras de el.

- Bocchan? porque esta tan enfadado?- dijo acercandose al momento en que le sujetaba por la muñeca deteniendolo en mitad del pasillo.

Escuchó el suave chasquido de la puerta cerrarse y el sonido de la voz de su mayordomo, pero para entonces, él ya estaba a mitad del pasillo y pensaba avanzar, sin embargo, notó cómo el mayor le agarraba por la muñeca, impidiéndole el paso. Lo primero que hizo fue girarse y una vez encarado al maestro sacudió su mano para liberarse de la presión de sus dedos en su piel e inmediatamente alzó la mano para que su desnuda palma impactase contra una de las blancas mejillas de éste, no con la fuerza suficiente para girarle el rostro, pero si le dejó una pequeña huella rojiza.

Bajó la mano y la sacudió con fuerza ahora junto a un lateral de su propio cuerpo. Le miró con la ira pintándole la mirada y dio un suave paso hacía atrás, separándose así del demonio. No iba a mentarlo a viva voz; Era más que obvio. Ya le había llegado rumores de la amabilidad de éste frente a otros alumnos... Y no era algo que le causará la más minima gracia.

- Nada. - Siseó, volviéndo a dar media vuelta para así dejar de ver esos ojos que, en cierto modo, estaban comenzando a desear soltar la verdad a gritos.

Le habia sujetado la muñeca firmente pero no conto con el leve arranque de fuerte caracter de su amo, llevandose una cachetada de lleno en una de sus blancas mejillas, el sonido del golpe habia sido realmente enloquesedor, no dolible, su rostro de doblo de medio lado una vez que esta finalizo, llevandose inconcientemente una de sus manos a la enrojesida y palpitante ardor que ahora estaba pleno en su mejilla, de reojo le observo mirandole al rostro, en esos ojos violaceos que aunque era uno solo, mucho podia decirle de su sentir.

- ¡bocchan! sabes que tus golpes mayor efecto no tendran y aun asi arremetes con tus palmas contra mi, cuando demas sabes que yo seguire siendote fiel, recuerdalo, solo soy un simple mayordomo y un demonio que cumple con un contrato que tu mismo has iniciado, no te precipites por un mero caso del que hemos venido a resolber- bajo su mano dejandola caer muerta a un costado, si queria gritarle y decirle lo que sentia realmente porque no lo decia de una vez, callar las cosas solo hacia que todo fuera peor, que las cosas que tenian una solucion instantanea pudieran solo resolverse con soltar todo aquello - bocchan?- sus ojos rojos penetraron con los violaceos, buscando que de una vez que su amo dijera y hablara la realidad a la que estaban sometido por medio de sentimientos y no solo por un contrato.

Cuando notó la mirada intensa del mayordomo en su persona sintió una ligera sacudida en su estomago, cómo si esa sola mirada pudiera realmente a ponerle nervioso. De hecho, así era. El color de aquellos orbes le inquietaban. No sólo los ojos, todo el cuerpo del demonio que le había jurado protección le inquietaba hasta cierto punto. Sin embargo, las palabras emitidas por el castaño le hicieron tragarse su orgullo y bajar ligeramente la cabeza con un gesto plenamente molesto. Tenía razón. Era trabajo, estaban allí por... trabajo.

Alzó la cabeza poco después, cómo si se hubiera convencido de algo que no era capaz de decir a viva voz y buscó nuevamente los ojos del mayor. Pereció serio, cómo siempre. Con el porte altivo y un gesto de arrogancia que parecía no abandonarle jamás. – No quiero que los toques. – Sonó tan duro cómo siempre, cómo si fuera de lo más normal pedir algo así a quién siquiera le pertenecía por nudos de índole amorosa, pero al saber que Su mayordomo tocaba a otros... no. No lo toleraría. – Es una orden. – Finalizó con su siempre tono de prepotencia mientras sus labios, esas pequeñas líneas del color del cerezo se fruncieron vagamente en una primera mueca de advertencia. A la próxima quizás no terminaría con un mero regaño. No obstante y tras decirle aquello trató de evadir su mirada por temor a que el demonio descubriera aún más de lo que sus ojos escondían en lo más profundo; Un latido. Un amor imposible.